El primer retiro de John
(Relato breve sobre un fin de semana de retiro en el Centro de Meditación Kadampa de España -31 de octubre al 3 de noviembre de 2019, Alhaurín el Grande, Málaga).
Hace 1 año, la idea de realizar un fin de semana de retiro budista no se me habría pasado por la cabeza, pero allí estaba yo, girando por la carretera a la altura del letrero “Centro de Meditación Kadampa”. Atravesé un carril un tanto descuidado, llegué a la zona del aparcamiento privado y, tras una corta caminata, me adentré en la recepción con mi modesto equipaje.
Mientras me preguntaba para mis adentros
“¿qué demonios hago yo aquí?”
liquidé el saldo adeudado y completé el registro para el evento. Me indicaron que mi habitación sería la número 8, una habitación compartida. Habría preferido una individual, pero cuando hice mi pre-reserva estaban todas ocupadas y esta era la única opción que me quedaba.
Mientras me dirigía a la habitación seguía pensando “¿pero qué hago aquí?, ¿para qué hago esto?”. La respuesta a ambas preguntas me llevaban a Rafael, mi terapeuta, que me había sugerido participar en este retiro, como un paso natural en mi camino. En los últimos seis meses Rafael había sido de gran ayuda para enfrentarme a diversas dificultades en mi vida. Es una persona muy entregada, que emplea terapias naturales y tiene un profundo interés en el budismo y la meditación. Así que me dije “Bueno, ya veremos…”
Y aquí estaba yo. Habitación num. 8. La llave estaba colocada en la puerta. Entré y me dispuse a presentarme a los otros huéspedes… pero no había nadie, solo ¡¿4 literas?!, ¡santo cielo! -yo jamás me había alojado en un dormitorio compartido. Sin embargo, por alguna razón probar este tipo de vida en comunidad me pareció un interesante comienzo -aunque pensé “¡espero que nadie ronque!”.
Una rápida mirada me reveló que sólo dos de las cuatro camas de abajo estaban ocupadas, así que me asigné la más próxima al cuarto de baño (no me atraía la idea de andar subiendo y bajando de la cama de arriba y, si tenía que realizar alguna visita nocturna al baño, algo cada vez más frecuente últimamente, era lo más práctico). Se me había olvidado traerme una toalla, pero pude alquilarla en recepción (por 3 euros, aunque algo pequeña…)
En fin, tras deshacer mi equipaje y colocar la ropa en las perchas disponibles, comencé un paseo por los terrenos del recinto. ¡Qué entorno más encantador!
Las montañas que abrazan el entorno proporcionan un extraordinario telón de fondo a los preciosos terrenos ajardinados y los numerosos árboles de frutas maduras (como granadas), y arbustos con aceitunas, flores coloridas y un suave césped mullido. Todo circundado de agradables senderos, alrededor de una gran piscina y presidido por la sobria y majestuosa fachada del Templo.
Como yo ya me había registrado con antelación, fui observando la entrada constante de participantes que iban llegando para inscribirse. La sesión introductoria estaba prevista a las 19:00, así que me dirigí al Templo pronto, con nerviosa anticipación. Entré, me quité los zapatos y me coloqué en una silla, aunque luego me dijeron que me cambiara a otro asiento acondicionado para quienes habían solicitado traducción simultánea. Porque, en este punto, he de indicar que parte de mi aprehensión se debía a que las enseñanzas durante todo el fin de semana iban a ser en español y, aunque mi español es suficiente para el día a día, sabía que no entendería nada sin una buena traducción.
El retiro se inició.
El monje budista guen Kelsang Rabjor tomó su lugar en una plataforma elevada, frente a unas impresionantes estatuas de Budas dorados como fondo.
He de admitir que las traducciones fueron excelentes y la habilidad demostrada por los diversos traductores fue admirable. No es poca cosa tener que traducir de un español rápido a un inglés inteligible, tanto para mí como para el compañero holandés que se sentaba a mi lado. Cuando por ejemplo el humor hizo acto de presencia, la traductora de Cádiz que vive en Málaga, Hortensia, nos lo presentó tan bien que nos facilitó podernos reír a la par que los demás oyentes nativos.
El tema del retiro se basaba en la obra “Una vida con significado, una muerte gozosa”, del venerable Gueshe Kelsang Gyatso, monje budista y promotor del budismo kadampa moderno en la actualidad. El título de este libro resonaba dentro de mí profundamente, que justo había acabado de registrar mi documento de voluntades anticipadas, además de cerrar los detalles de mi propio funeral en España. Pero ni me imaginaba lo que iba a seguir durante el fin de semana…
Escribir en detalle sobre todo lo que aprendí durante esos días está, en estos momentos, más allá de mi capacidad, aún estoy procesándolo todo, o al menos eso intento. Pero baste decir que durante los días que siguieron nos presentaron, de forma gradual, la manera de utilizar la meditación para prepararnos para el momento de nuestra muerte.
Mensajes constantes que el maestro nos invitó a contemplar fueron “Puedo morir hoy”; “Es posible que muera hoy”; “No sabemos en qué momento la muerte vendrá, pero es seguro que un día ocurrirá”… Nos guió con suavidad y habilidad a través de todas las meditaciones para prepararnos para ese momento, en el que nuestra mente más sutil abandonará el cuerpo para habitar en otro cuerpo en la próxima vida. Me gustó la analogía que compara nuestra mente con un invitado que está de paso por un elegante hotel y que sabe que no se quedará ahí para siempre, sino partirá tarde o temprano a otra residencia.
Durante las diversas sesiones, practicamos cómo deshacernos de los pensamientos perjudiciales y quedarnos sólo con los beneficiosos, y poder así transferir nuestra consciencia a través de un canal de luz blanca que atraviesa nuestro cuerpo hasta la coronilla, dejando atrás nuestra mente burda y nuestro cuerpo inerte.
También nos entrenamos en tratar de olvidar cualquier molestia o dolor que experimentáramos durante las meditaciones -esto es útil, porque en el momento de la muerte tendremos que lidiar seguramente con dolores más fuertes. Por lo general teníamos cuatro sesiones al día. Las primeras meditaciones duraron unos 30 minutos, pero antes del final del segundo día ya casi llegábamos a 90 minutos. He de admitir que me resultó difícil ignorar esos dolores que aparecían en mi espalda o en el cuello, o algún que otro calambre leve en las pantorrillas…
Necesité gran concentración para superarlo y en dos ocasiones -no sé si alguien se percató- tuve que mover mis piernas y reajustarme en mi asiento, pero al comentarlo con otros participantes, me dí cuenta de que no había sido el único. Muchos otros que venían a un retiro por primera vez admitieron que, como yo, se tuvieron que reacomodar durante las meditaciones más largas.
En fin, como comentarios generales finales desearía puntualizar que aunque no logré integrarme completamente con todos los demás participantes (obviamente la mayoría era hispanohablante y solo unos pocos hablaban inglés -con quienes disfruté agradables conversaciones y comentarios sobre las enseñanzas), por contra, disfruté lo de compartir habitación y fue mucho más fácil de lo que me había imaginado. Conversé bastante bien con un compañero joven que al principio parecía más reacio, porque no sabía nada de inglés, pero que cuando se dio cuenta de que yo podía entender más de lo que conseguía hablar, todo fluyó. Me dijo que pensaba que yo era bastante valiente por participar en un retiro aunque fuera la primera vez que meditaba –
¡y no falté a ninguna sesión!.
Además, por último, me gustaría aplaudir el apoyo que recibí en todo momento de todo el equipo de Sevilla (organizador del evento), especialmente de Francisco Ruiz, el coordinador del mismo, cuyos correos electrónicos previos al retiro fueron de mucha ayuda y me hizo sentir cómodo desde el principio.
La experiencia del retiro, en resumen, fue estupenda y me impactó el cariño, la amistad y la compasión que mostraron todas y cada una de las personas participantes. Estoy seguro de que proseguiré este camino en breve.
John Catling
John Catling
Noviembre 2019
Salobreña (Granada, España).