Surfeando el Dharma
DIARIO DE UNA KADAMPA EN CUARENTENA
He ido siguiendo todas las clases que se han ido impartiendo on line desde que empezó la crisis del coronavirus.
Después de casi dos meses he de decir que he pasado por todo tipo de momentos.
Al principio me sentía una privilegiada porque podía organizar toda mi rutina diaria en torno a las clases. Ahora me levanto y hago la Gema, luego otra oración, luego una meditación… Había dejado de trabajar y tenía la posibilidad de hacerlo. Sólo estudiaba y meditaba, ¡un placer!
Y también me sentía una privilegiada porque todo el mundo a mi alrededor estaba nervioso y excitado y no sabía qué hacer con su tiempo, y el hecho de estar en casa sin poder salir se contemplaba como una tortura.
“Qué triste… –me decía– nos llevan tanto tiempo sacando para afuera, que no hay quien coja y nos recoja dentro” Llevamos mucho mucho mucho tiempo, orientando todo nuestro tiempo de ocio a estar fuera, tanto fuera de casa gastando-comprando-consumiendo, como fuera de nosotros mismos con imágenes y más imágenes y música y más imágenes que nos están adormeciendo…
Dile a alguien ahora que se quede un rato sin hacer nada. Recuerdo que al principio mucha gente intentaba llevarse las actividades de fuera a su casa, como esos conciertos improvisados en los balcones que ya no se ven… He llegado a ver hasta a una comunidad de vecinos jugando al bingo por los balcones. A mi madre le resultaba gracioso, y a mi me resultaba tan triste… Estamos todavía metidos en la cultura del hacer, del no parar y del hacer aunque no tenga sentido. Y Meditar no es hacer nada, es hacer mucho… pero primero hay que parar, y parar todavía no se entiende… no ha llegado la cuarentena a durar tanto como para entender eso.
Yo me sentía privilegiada porque no necesitaba nada más y me costaba mucho trabajo hacerle ver eso a los demás con los que hablaba. Y sin embargo, a pesar de sentirme tan bien, también me sentía algo enfadada en el fondo… Porque aunque me gusta meditar, tenía poca rutina de meditar en casa, y soy de las que le gusta estar todo el tiempo que puedo en el centro budista.
Echaba mucho de menos a los amigos de la sangha y las bendiciones que allí se reciben, y yo me ponía un día tras otro y una sesión tras otra y me levantaba y “Nada! Que no lo consigo!”Y entonces te fuerzas en mejorar tu altar, en ponerle mimo, en llevarlo al centro de la casa, tenerlo más presente, hacerle más ofrendas… “uy! Poquito a poco… parece que…”
Realmente hay que hacer mayor esfuerzo para conectar desde casa. La tecnología nos lo puede poner fácil, pero hay muchas otras cosas que nos lo ponen más difícil. Debes de crear un espacio alrededor tuyo mucho más preciso y hacerlo con consciencia.
¡Y entonces pasó algo maravilloso! Primero Guenla Dekyong da una clase magistral por el día de la celebración de la NKT-IKBU, que fue un fuerte empujón para colocarnos a todos mirando en una misma dirección. Y anuncia las 24 horas de Tara desde Manjushri, para el 8 de abril, desde las 2.00 de la mañana hasta las 22.00 horas.
Recuerdo que me levanté y me dije: “uy, van a hacer las 7 repeticiones y en inglés! Quizás sea demasiado para mi…”
¡
¡Pues mira! ¡Salí con un subidón! ¡Te lo recomiendo! ¡Te lo recomiendo para todo, para cualquier problema que tengas, para cualquier obstrucción porque no hay quien te pare después!. Luego vino el pequeño y acogedor festival de Los Amigos del Mundo y el retiro de Nyungne en Málaga… Y yo me veía ya surfeando por encima de las olas del samsara con un bikini de leopardo… Wow!! Y claro… te llama tu prima en ese momento y te pregunta cómo lo estás llevando y tú a esto ya sí que no sabes cómo contestar…
A veces se crean esas bolas de energía in crescendo, efecto bola de nieve, y es mejor subirse a ellas para contrarrestar zarandeos y zozobras de la vida cotidiana. Te sientes realmente muy poderoso. Este mismo fin de semana se ha creado una en el Centro de Sevilla con la celebración del Kangso el 29 de abril enlazándose con un espectacular retiro de purificación de Vajrasatva.
Guen Rabjor y su equipo han ido haciendo una labor increíble con cuatro y hasta cinco retransmisiones en directo diarias, tanto de oraciones como de meditaciones. Rápidamente se adaptaron y han diseñado un programa de meditación paulatino en el que vamos impregnándonos del LamRim desde el principio, poquito a poco, como si anduviéramos por la mañana bajo el rocío. Si cierras los ojos, te sientas, te calmas un poco y le coges de la mano de la voz, es muy fácil seguir sus pasos. Y si no es fácil, ¡lo vuelves a intentar! Tienes muchas oportunidades al día para hacerlo.
Yo no quería abandonar mi rutina de Dharma, pero al final acabé tendiendo la ropa con la Gema, lavándome los dientes con la meditación, escuchando la mitad de la clase mientras hacía la comida y la otra mitad sentada en el cojín comiendo… ¡Un horror! ¡Menudo trompicón contra la arena! Lo de llevarse el Dharma con uno a todos lados, me temo que no se refería a esto.
Le escribí al maestro asustada: “¡No me puedo concentrar!” El maestro se expresó muy claro: “es cuestión de disciplina”. “Ah!”
La disciplina… La disciplina era eso que no tenía antes de empezar la cuarentena. Ni tengo ahora como me suelte de la correa un poquito.
La disciplina es eso que rompo para hacerme un té o echar un vistazo rápido al teléfono en mitad de una clase. Desde casa hay que ser mucho más disciplinado para mantener la liturgia y no romper las formas rituales cuando nadie me ve.
La disciplina es eso que le lleva a guen Rabjor a organizar una programación muy bien diseñada, milimetrada y exquisita, dando todos los pasos del camino desde el principio: los pasos a la concentración, de la visualización, los pasos para mantener el equilibrio en la meditación y hasta los de retomar el camino.
La disciplina es eso que tomo cada día prestado de las actividades diarias del Centro de Meditación Kadampa Mahamudra. Porque, siendo sincera: sin su guía y el esfuerzo de ellos, muy probablemente, pasaría la tarde tirada en el sofá comiendo palomitas o galletas como cualquiera, por mucho que tuviera al lado un libro de Gueshela.
Como cualquier otro de esos, que miro con tristeza, que me llaman y me expresan, de una forma u otra, a través de su ansiedad o su hastío, que no saben qué hacer con sus vidas…
La disciplina es lo que me hace mantener la conexión con el Guru y llevarme el Dharma a todos sitios y no la fibra última generación, ni siquiera el 5G.
Así que no me queda otra que dar las gracias, mil, a todos los centros kadampas y especialmente al nuestro del que me nutro cada día, el Centro de Meditación Kadampa Mahamudra, ¡pronto con sede en Triana, en la calle Castilla!
Y gracias también a esa sangha que se toma cada día el esfuerzo para meterse en nuestras casas y darnos la preciosa oportunidad de cambiar nuestras vidas.